FICHA DE TRABAJO Nº 17
CONQUISTA DE PERÚ
Francisco Pizarro fue el conquistador del imperio de los incas (1531 – 1536) que, desde el corazón de Perú, se extendía por los territorios actuales de Bolivia, Ecuador, zonas del norte de Argentina y Chile.
Criador de cerdos en su tierra natal, fue a América a buscar fortuna. En 1531 emprendió la conquista con un centenar de hombres, 30 caballos y algunos cañones.
Les esperaba un imperio en pleno desarrollo aunque dividido, porque disputaban el trono los hermanos Atahualpa y Huascar.
“El Perú estaba desgarrado por la guerra civil; los dos hijos de Huayna Capac, el bastardo Atahualpa y el heredero legítimo, Huascar se disputaban el imperio.
En 1533, Atahualpa acababa de capturar a Huascar, pero ejércitos “legítimos” resistían todavía en la región de Cuzco. Es entonces cuando llegan los españoles, y todo sucede como si la reacción de los indios respecto de ellos se hallase determinada por su adhesión a una u otra de las facciones en lucha.
En efecto, los primeros actos de Pizarro parecen favorecer a los partidarios de Huascar. Estos últimos ven en él a un salvador, y el hermano de Huascar, Manco, se apresura a aliarse con los españoles. Pero los españoles, con su codicia y su brutalidad, disiparon pronto la ilusión.
En la sociedad inca, la potencia dependía del número de hombres, y la pequeña tropa de Pizarro parecía una fuerza. Corría el rumor en el campamento de Atahualpa de que los fusiles españoles sólo disparaban dos veces y que los caballos perdían toda eficacia durante la noche.
Tal es el motivo de que Atahualpa tendiese a Pizarro la trampa de Cajamarca, después de convenir una entrevista al mediodía, sólo llegó al comienzo de la noche; pero la trampa se volvió contra él.
Cuando se encontró con Pizarro no manifestó humildad alguna; Valverde le pidió que se convirtiera al cristianismo, presentándole la Biblia, pero Atahualpa respondió altivamente que el único dios a adorar era el Sol”.
Wachtel. Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530 – 1570)
Ante ese rechazo, los españoles desataron la guerra capturando a Atahualpa. Como precio por su rescate se pagó un fabuloso tesoro en oro y plata, a pesar de lo cual fue condenado a morir quemado, y en julio de 1533 antes de ser ejecutado, aceptó ser bautizado, cambiándosele la pena de la hoguera por la de estrangulamiento. Su sucesor, fue el inca Manco Capac, nombrado por Pizarro.
LAS OTRAS ARMAS
“¿Cómo pudo Francisco Pizarro, con ciento sesenta y ocho soldados, vencer a los ochenta mil hombres del ejército de Atahualpa en el Perú, sin que su tropa sufriera ni una sola baja?
Los invasores, Cortés, Pizarro, supieron explotar hábilmente la división de los invadidos, desgarrados por los odios y las guerras, y con promesas jamás cumplidas pudieron multiplicar sus ejércitos contra los centros de poder de los aztecas y de los incas. Además, los conquistadores atacaban con armas que América no conocía.
La pólvora, el acero y los caballos eran incomprensibles novedades… y no eran menos desconocidas las enfermedades aliadas de las tropas invasoras.
Cuando Atahualpa, rey de los incas se acercó a dar la bienvenida a sus raros visitantes, Pizarro lo metió preso y prometió liberarlo a cambio del mayor rescate jamás exigido en un secuestro. Pizarro cobró el rescate y desnucó a su prisionero”.
Eduardo Galeano. Espejos. Una historia casi universal
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